
A estas alturas nadie discute que el ejercicio físico nos sienta de maravilla. Aumenta la capacidad respiratoria, previene la diabetes, evita la obesidad, fomenta la conectividad de las neuronas, es un acicate para la creatividad, alarga la esperanza de vida hasta en cuatro años y medio, incrementa la eficiencia de las mitocondrias las centrales energéticas celulares y fortalece el corazón. La pega es que, a muchos, ejercitamos nos da pereza. Con lo que hemos evolucionado los humanos, ¿no podríamos concentrar todos esos beneficios en una pastillita?
EN PLENA FORMA. De hecho, los científicos llevan años intentándolo. Los estudios más recientes apuntan a que la solución podría venir de manos de las sestrinas, proteínas que nuestro cuerpo produce cuando nos estresamos, pero también al entrenar. Coordinan el equilibrio metabólico, además de funcionar como antioxidantes que reducen el daño sufrido por las células.
Un grupo de investigadores de la Universidad de Míchigan (EE. UU.) adiestró durante tres semanas a moscas de la fruta para salir volando de un tubo de ensayo. Luego, compararon los efectos del entrenamiento cuando se expresa o no lo hace la sestrina, para concluir que con esta proteína se aumenta la resistencia, la capacidad aeróbica y la quema de grasa. Si las sestrinas no funcionan, siempre nos queda seguir investigando el GW501516. Así se llama el compuesto farmacológico con el que empezó a trabajar en 2007 el científico Ron Evans, del Instituto de Estudios Biológicos Salk, en California.
Tal y como explicaba en la revista Cell, su pastilla emula los efectos del ejercicio al potenciar la expresión de un gen llamado PPAR delta; básicamente, obtenía la misma reacción bioquímica que se produce cuando corremos una maratón. De momento, la investigación está paralizada porque también aumenta el riesgo de desarrollar tumores.
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