CADA VEZ SON MÁS LAS COMPRAS Y SERVICIOS QUE SE PAGAN POR MEDIOS DIGITALES. ¿TIENE EL DINERO EN EFECTIVO LOS DÍAS CONTADOS?

Antes del coronavirus ya había empezado la guerra contra el dinero en efectivo, solo que no parecía una guerra, sino algo natural. Por un lado, iban desapareciendo los cajeros y sucursales bancarias. Según los bancos, era porque no tenían el volumen de usuarios suficiente. Por otro, se iban disparando las comisiones de esos cajeros y las ciudades se llenaron de servicios que solo aceptaban tarjeta.
Hasta los taxis y la pizza a domicilio se pagaban desde la aplicación, incluyendo la propina. Ir con dinero en el bolsillo se había vuelto incómodo, pero no como una evolución de los modelos de consumo de los ciudadanos, sino como consecuencia de una campaña deliberada por parte los bancos, los intermediarios, las plataformas digitales y la Administración.
PARA EMPEZAR, SI TODO NUESTRO DINERO ESTÁ EN EL BANCO, en lugar de la hucha o el colchón, aquel centraliza todo lo que consumimos. Además, cada vez que pagamos en efectivo, hay un intermediario como Visa o Mastercard que no gana comisión, y las plataformas digitales no se enteran de lo que hemos comprado o a quién. Finalmente, la Administración no puede fiscalizar el dinero que gana la persona a la que hemos pagado en metálico ni controlarnos a través de nuestro acceso a nuestro propio dinero o nuestra capacidad de usarlo.
Es lo que hace el Gobierno chino. Su sistema de crédito social no te lo quita si comentas las manifestaciones de Hong Kong en una charla privada, pero sí te quita la posibilidad de utilizarlo. Para poder hacerlo, ha tenido que digitalizar la divisa por completo.
Hasta los sin techo de Pekín reciben la propina por código QR. Pero también fue lo que hicieron Visa y Mastercard. En 2010, bloquearon el acceso de Wiki-Leaks a las donaciones que esta organización había recibido, impidiendo así que usara unos fondos que había recaudado de manera legítima.
EN 2016, EL GOBIERNO DE NARENDRA MODI, EN LA INDIA, DECIDIÓ ACELERAR la campaña de digitalización de su divisa. Para ello, quiso sacar de circulación los billetes de 500 y 1000 rupias. Querían acabar con la economía sumergida, un argumento aparentemente sensato, pero también tramposo. Los billetes facilitan el problema a pequeña escala, pero sus verdaderas causas son la desigualdad y la corrupción a gran escala, problemas que requieren otra clase de soluciones.
La propaganda contra el dinero en efectivo incide en la evasión de impuestos y el narcotráfico, cuando, en realidad, es una herramienta de control; por ejemplo, para perseguir a las minorías musulmanas en un país envenenado por el nacionalismo hindú.

LA PANDEMIA TRAJO CONSIGO LA AVERSIÓN AL METÁLICO, pero los cajeros y los terminales de pago también han sido sus víctimas. Nadie quiere tocar lo que otros han tocado antes, y, mientras los cajeros empiezan a habilitar el pago por reconocimiento facial en Europa, se valora la posibilidad de eliminar las tarjetas y centralizar los pagos en el móvil o en un objeto de tokenización, como una pulsera digital, en colaboración con los nuevos intermediarios: las plataformas digitales.
Hasta el imperio del plástico está de acuerdo. Visa y Mastercard han desarrollado un sistema de tokens donde se sustituye la información de la tarjeta número, caducidad, número de seguridad… por una aplicación que permite el pago por toque o por Whats-App, con un pin. Es más seguro que la tarjeta, porque genera un número nuevo para cada transacción y, si lo interceptan o lo duplican, no sirve para nada, porque ya ha sido usado y descartado. Adiós a las campañas de phishing y los viajes al cajero en mitad de la noche.
El jefe de soluciones digitales de Mastercard, Jorn Lambert, dice que con las tarjetas ocurrirá como con los CD: todo el mundo dejó de usarlos cuando llegó el mp3. Una buena comparación, porque llevamos toda la música en el bolsillo, pero Spotify sabe qué escuchamos, dónde y cuántas veces, y puede hacer campañas como la de aquel cartel de la Quinta Avenida de Nueva York, que ponía: «Querida persona que escuchó Sorry 42 veces en San Valentín. ¿Qué hiciste?».