Autor: Desconocido.
Fecha probable de composición: En torno al siglo VII. Lugar de composición: Desconocido.
Lengua original: Griego.
Fuente: Manuscritos medievales posteriores al Renacimiento.
Conocida también como Carta de Pilato al César. Tischendorf publicó las dos recensiones griegas, la A, que aquí traducimos, y la B. El texto no va más allá del siglo VII, pero, como sucede con varios de estos documentos, se trata de una reelaboración de tradiciones más antiguas. Se trataría, supuestamente, de una relación de los sucesos relativos a la muerte de Jesús, compuesta por el mismo Pilato y remitida a las autoridades romanas. Jesús había sido un taumaturgo bienhechor, autor de los milagros registrados en los evangelios canónicos.
Relación del gobernador Pilato sobre nuestro señor Jesucristo, enviada a Roma al César Augusto
En aquellos días, crucificado nuestro Señor Jesucristo bajo Poncio Pilato, gobernador de Palestina y de Fenicia, aparecieron en Jerusalén estos recuerdos de lo que hicieron los judíos contra el Señor. Pilato, pues, junto con su correspondencia personal, se los remitió al César que estaba en Roma escribiendo lo siguiente:
«Al excelentísimo, venerabilísimo, divinísimo y terribilísimo Augusto César, Pilato, gobernador de la provincia oriental.
Milagros de Jesús
1 »Excelentísimo Señor: hago uso de esta declaración, por la que me siento dominado por el temor y el temblor. Pues en esta provincia de la que soy gobernador, en la que se encuentra la única de las ciudades que se llama Jerusalén, todo el pueblo de los judíos me entregó un hombre llamado Jesús, presentando numerosas acusaciones contra él, pero que no pudieron confirmar con la exposición de sus razones. Había entre ellos una cierta secta que le llevaba la contraria, porque Jesús les decía que el sábado no era día de descanso ni que debía respetarse. Pues realizó muchas curaciones en ese día: hizo que los ciegos recobraran la vista, que los cojos caminaran, resucitó muertos, limpió leprosos, curó paralíticos, incapaces totalmente de tener fuerza en el cuerpo ni estabilidad en sus miembros, sino solo voz y sensatez. Les proporcionaba la facultad para andar y correr, eliminado cualquier enfermedad solo con la palabra. Y otra acción más poderosa todavía, que es ajena a nuestros dioses: resucitó a un muerto de cuatro días, llamándolo solamente con su palabra cuando ya el muerto tenía la sangre coagulada, cuando su cuerpo ya estaba corrupto por la presencia de los gusanos y despedía un hedor de perro. Al verlo yaciente en el sepulcro, le ordenó que saliera corriendo. Y como si no tuviera nada de cuerpo muerto, sino como un esposo que sale de la cámara nupcial, así salió del sepulcro cubierto de abundante perfume.
2 »A unos extranjeros, claramente endemoniados, que tenían su morada en los desiertos y comían sus propias carnes, con una vida similar a la de las bestias y los reptiles, los convirtió en habitantes de ciudades y los volvió cuerdos con su palabra; y logró que fueran sabios, poderosos y gloriosos, comensales de todos los que eran enemigos de los espíritus inmundos y funestos que residían en ellos, y a quienes arrojó al fondo del mar.
3 »Había otra vez uno que tenía la mano seca, y no solamente la mano, sino que la mitad del cuerpo de aquel hombre estaba como petrificada; no tenía aspecto de varón ni un cuerpo proporcionado. Pues a aquel también lo curó con su palabra y lo dejó sano.
4 »Una mujer hemorroísa desde hacía muchos años, agotada por la hemorragia en articulaciones y venas, ni siquiera parecía llevar un cuerpo humano, era similar a un cadáver y había perdido totalmente la voz. Todos los médicos de la zona no habían encontrado la forma de curarla y no le quedaba ya esperanza de vida. Al pasar Jesús por allí en secreto, tomó ella fuerza de su sombra y tocó por detrás el borde de su vestido; y al punto, en aquella misma hora, una fuerza llenó sus vacíos como si nunca hubiera padecido aquella enfermedad. Y echó a correr rápidamente hacia su propia ciudad de Cafarnaún hasta completar la distancia de seis jornadas.
5»Estas cosas que he declarado con claridad y cuidado, las realizó Jesús en día de sábado. Realizó otros signos todavía mayores que estos. De tal manera que he comprendido que los prodigios realizados por él son mayores que los de los dioses que nosotros veneramos.
Cómplices políticos y religiosos
6»A este me lo entregaron Herodes, Arquelao y Filipo, Más y Caifás con todo el pueblo, para que lo interrogara y promovieron un gran tumulto. Ordené, pues, que fuera crucificado después de hacerlo flagelar, aunque no encontré contra él culpa alguna en los delitos y malas acciones de que lo acusaban.
Consecuencias de la muerte de Jesús
7»Al mismo tiempo en que fue crucificado sobrevinieron las tinieblas sobre toda la tierra, se oscureció el sol en pleno día y aparecieron las estrellas, en las que no había claridad; la luna perdió su brillo como teñida de sangre. El mundo de los seres subterráneos quedó absorbido. Lo que tenían como lugar sagrado del Templo, así llamado por los judíos, no volvió a aparecer así tras la caída de aquellos. Y con el eco repetido de los truenos se provocó una profunda sima en la tierra.
8 »Durante aquel estado de temor, aparecieron muertos que habían resucitado, como los mismos judíos atestiguaron. Dijeron que se trataba de Abrahán, Isaac, Jacob y los doce patriarcas, Moisés y Job, los primeros que murieron hace tres mil quinientos años, como afirman aquellos. Y otros muchísimos a los que yo mismo vi aparecidos corporalmente, que se lamentaban por los judíos a causa de la prevaricación que habían cometido y por la perdición de los mismos judíos y de su Ley.
9 »Duró el temor del terremoto desde la hora sexta del viernes hasta la hora de nona. La llegada la tarde del día primero tras el sábado, se produjo un estruendo desde el cielo, de modo que el cielo se convirtió en un resplandor siete veces superior al de todos los días. Apareció a la tercera hora de la noche, y el sol apareció resplandeciente como nunca, iluminando toda la bóveda celeste. Y así como los relámpagos se presentan de repente en invierno, aparecieron también unos hombres en incontable número, magníficos por su vestimenta y por su gloria, gritando. Su voz se oía como el ruido de un trueno enorme: «Jesús, el crucificado, ha resucitado. Subid de los infiernos los que estáis prisioneros en los subterráneos del abismo». La hendidura de la tierra era como sin fondo. Sino que los cimientos mismos de la tierra aparecían entre los que gritaban en los cielos, y caminaban corporalmente en medio de los muertos que habían resucitado. Aquel, que resucitó a todos los muertos y encadenó al abismo, decía: «Avisad a mis discípulos que voy delante de ellos a Galilea; allí me verán».
10 »Toda la noche aquella no cesó la luz de brillar. Muchos judíos murieron absorbidos por la hendidura de la tierra, de manera que a muchísimos de los que habían actuado contra Jesús no se los encontró al día siguiente. Otros veían apariciones fantásticas de resucitados, a quienes nunca ninguno de nosotros había visto. No quedó en la misma Jerusalén ni una sinagoga de los judíos, puesto que todas desaparecieron en aquel cataclismo.
11 »En consecuencia, fuera de mí por aquel temor y dominado por un temblor espantoso, las cosas que vi en aquellos mismos momentos las escribí y las remití a tu autoridad. Ordenando también lo que hicieron los judíos contra Jesús, lo he enviado a tu divinidad, Señor».