Este documento, cuyo origen está en la Iglesia cristiana oriental, se ha conservado en su versión griega. Tiene dos partes desde el punto de vista temático. La primera es la supuesta contestación del emperador a Pilato. En ella censura la conducta del gobernador por haber condenado a Jesús. La segunda parte cuenta de la muerte de Pilato y de otros jefes judíos. El texto es claramente hostil a la memoria del prefecto, a quien acusa abiertamente de soborno.
Muchos detalles son comunes a la recensión B latina de las Actas de Pilato. El texto que traducimos es el de J. A. Robinson, Apocrypha Anecdota, 2, 1899, pp. 78-81.
Respuesta del César Augusto, enviada a Poncio Pilato, gobernador de la provincia oriental. Escribió también la sentencia y se la remitió con el mensajero Rajab, a quien entregó también soldados en número de dos mil.
«Puesto que condenaste a Jesús Nazareno a una muerte violenta y llena de injusticias, y antes de la condena a muerte lo entregaste a los insaciables y furiosos judíos sin tener compasión de este justo, después de mojar la caña y pronunciar una sentencia desgraciada, lo hiciste flagelar y lo entregaste sin culpa alguna de su parte para ser crucificado. Aceptaste regalos por su muerte, y aunque sentías compasión por él de palabra, con el corazón lo entregaste a los inicuos judíos. Por ello vas a ser conducido como preso a mi presencia para que pronuncies tu defensa y me des cuenta de esa vida que has entregado a la muerte sin motivo. Pero, ¡ay de tu desvergüenza y endurecimiento! Yo, desde que ha llegado a mis oídos esta noticia, sufro en mi alma y se me rompen las entrañas. Pues ha venido hasta mí una mujer, que dice ser discípula suya; se trata de María Magdalena, de quien cuentan que expulsó siete demonios, y atestigua que Jesús realizaba las mayores curaciones: hizo ver a los ciegos, andar a los cojos, oír a los sordos, limpió a los leprosos, y en una palabra, como ella atestiguaba, realizaba estas curaciones solo con la palabra. ¿Cómo permitiste que ese hombre fuera crucificado sin culpa alguna? Y si no lo aceptabais como Dios, debíais haber tenido compasión de él como médico que era. Pero hasta por el falso escrito que me ha llegado de parte tuya veo que tengo que castigarte, pues escribes que era mayor que los dioses que nosotros veneramos. ¿Cómo es que lo entregaste a la muerte? Pues de la misma manera que tú lo condenaste injustamente y lo entregaste a la muerte, también yo te entregaré justamente a la muerte; y no solamente a ti, sino también a todos tus consejeros y cómplices, de quienes aceptaste incluso regalos por su muerte.»
Entregó su escrito a los mensajeros, y se les dio por escrito la sentencia mandada por Augusto para que mataran a espada a toda la estirpe de los judíos y fuera conducido a Roma Pilato como prisionero y condenado, y a todos los principales de los judíos, gobernadores de zona, a Arquelao, el hijo del aborrecible Herodes, y a su cómplice Filipo, al sumo sacerdote Caifás y a su suegro Anás y a todos los principales de los judíos.
Marchó, pues, Rajab con los soldados e hizo lo que se le había ordenado. Hirió con la espada a todos los varones de los judíos, y a sus impuras mujeres las prostituyeron entre los paganos, con lo que nació y surgió una semilla abominable de su padre Satanás. A Arquelao y a Filipo, a Más y Caifás y a todos los principales de los judíos los llevó presos a Roma. Y sucedió que mientras atravesaban una cierta isla llamada Creta, Caifás perdió la vida de una manera desgraciada y violenta. Cuando lo tomaron para sepultarlo, ni siquiera la tierra lo aceptaba, sino que lo arrojaba fuera. Al verlo todos los de la multitud, tomando piedras con sus propias manos, las arrojaron contra él, y así lo sepultaron. Los demás arribaron a Roma.
Había una costumbre entre los antiguos reyes de que, si un condenado a muerte miraba su rostro, quedaba libre de su condena. Ordenó, pues, el César que Pilato no lo mirara para que no se librara de la muerte. Mandó, en cambio, que lo introdujeran en una cueva y lo dejaran allí.
A Anás lo mandó envolver en una piel de buey, y al secarse el cuero por el sol y quedar oprimido por él, se le salieron las entrañas por la boca, con lo que perdió violentamente su vida desgraciada. A todos los demás judíos los entregó a la muerte matándolos a espada. En cuanto a Arquelao, el hijo del aborrecible Herodes, y a su cómplice Filipo ordenó que fueran empalados.
Un cierto día salió el emperador de caza y perseguía a una gacela. Llegó la gacela y se detuvo delante de la entrada de la cueva [en la que se hallaba Pilato]. Estaba esté a punto de perecer a manos del César. Y para que se cumpliera lo que iba a suceder, intentó Pilato fijar los ojos en el rey, pero la gacela se puso delante de él. El emperador colocó una flecha en su arco para disparar a la gacela. Pero la flecha entró por la entrada de la cueva y mató a Pilato. [Todos los que creéis que Cristo es el Dios verdadero, nuestro Salvador, dadle gloria y magnificencia; porque a él se debe la gloria, el honor y la adoración, con su Padre no incoado y su Espíritu consustancial ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.]